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Plutarco.—Las vidas paralelas.

Tomo Antígono á Esparta con sólo presentarse; pero trató con humanidad á los Lacedemonios, sin insultar ni humillar la dignidad de Esparta; y ántes bien le restituyó sus leyes y su gobierno; y sacrificando á los Dioses, marchó al tercero dia, noticioso de la guerra que sufria la Macedonia, y de que los bárbaros devastaban el país. Hallabase ya entonces enfermo, por haber contraido una tísis grave y una los continua. Mas no por eso se dejó caer, sino que se esforzó para esta guerra de su patria, durante lo bastante para alcanzar en ella una señalada victoria con gran carnicería de los bárbaros, y hacer su muerte más gloriosa, la que se verificó, como es más natural, y lo dice Filarco, de resultas de habérsele reventado la apostema con los gritos que dió durante el combate; aunque en los corrillos se decia que prorumpiendo de gozo despues de la victoria en esta exclamacion: ¡Oh qué glorioso dia!»» arrojó gran cantidad de sangre, y levantándosele una fuerte calentura, murió. Mas baste esto de Antigono.

Cleomenes, navegando de Citera, tocó en otra isla, que era la de Egialco; de donde estaba para pasar á Cirene, cuando uno de sus amigos llamado Teruquion, varon de grande aliento para las empresas, y en sus expresiones altivo y arrogante, hallándole á solas, le hizo este razonamiento: La muerte para el hombre más gloriosa la desdeñamos en el combate, sin embargo de que todos nos habian oido decir que Antigono no sería vencedor del rey de los Esparciatas, como no fuera despues de muerto: pues la ocasion de la otra muerte, que á aquella es segunda en fama y en virtud, tenémosla ahora en nuestra mano: ¿por qué, pues, navegamos á la ventura, huyendo de la que tenemos tan cerca, para ir á buscarla léjos? Porque si no es una afrenta que sirvan á los sucesores de Filipo y Alejan dro los descendientes de Hércules, nos ahorraríamos una larga navegacion con entregarnos á Antígono, que tanto se ha de aventajar á Tolomeo, cuanto á los Egipcios los Ma-