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Plutarco.—Las vidas paralelas.

excitaban y animaban, diciéndole que no era un favor el que recibia, sino que él lo hacía muy grande á la patria y á los ciudadanos bien intencionados, pues que no habia querido muchas veces tomar el cargo cuando lo babia de haber servido sin fatiga ni contratiempo, y ahora se presentaba á solicitarlo cuando habia de contender no sin riesgo por la libertad y la república. Dícese que concurriendo á él muchos, conducidos precisamente de celo y de buen deseo, estuvo en inminente peligro, y sólo con gran dificultad pudo llegar á la plaza entre tanta muchedumbre.

Nombrado tribuno con otros y con Metelo, viendo que los comicios consulares eran venales, increpó sobre ello al pueblo, y al concluir su discurso, juró que acusaria á quien hubiera dado dinero, fuese quien fuese, exceptuando solamente á Silano, á causa del deudo que con él tenía, porque estaba casado con Servilia, hermana de Caton, y por eso lo excluyó. Mas persiguió á Lúcio Murena, que con sobornos habia procurado ser nombrado cónsul con Silano.

Por una ley el reo ponia guarda de vista al acusador, en términos que no podía encubrirse nada de lo que preparaba para seguir su acusacion; y el puesto por Murena á Caton, siguiéndole y observándole, cuando vió que nada bacía con intriga, nada con injusticia, sino que seguia un camino sencillo y justo de acusacion con nobleza y humanidad, admiró tanto aquella prudencia y rectitud, que yendo á la plaza ó buscando á Caton en su casa, le preguntaba si habia de dar algun paso aquel dia sobre la acusacion; y si le decia que no, cierto de su fidelidad se retiraba. Cuando se habló en la causa, Ciceron, que era entonces cónsul y defendia á Murena, dirigió muchas expresiones en su discurso contra los filósofos estóicos á causa de Calon, y se mofo y burló de aquellas máximas y decisiones que ellos llaman paradojas, con lo que dió bastante que reir á los jueces; y se refiere que Caton, sonriéndose, dijo á los circunstantes:

«¡Ciudadanos, qué cónsul tan decidor tenemos!» Fué ab-