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CATON EL MENOR.

taban en sus palabras gravedad y severidad, los llamaban por buria Catones.

Incitábanle muchos á que pidiera el tribunado de la plebe; pero él no tenía por conveniente que la eficacia y actividad de esta insigne magistratura, semejante á un medicamento fuerte y poderoso, se consumiese en negocios de poca entidad, y pudiendo entonces respirar de los de gobierno, tomó consigo libros y filósofos, y marchó á la Lucania, donde tenía posesiones que ofrecian una mansion deliciosa. Mas como en el camino se encontrase con acémilas, con equipajes y con esclavos, informado de que Hetelo Nepote se volvia á Roma con el designio de pedir el tribunado de la plebe, se quedó parado y metido en si por unos cuantos momentos, y luego dió órden á sus gentes de que volvieran atras. Admiráronse los amigos de aquella novedad, y él les dijo: «No sabeis que Metelo áun solo y por sí mismo es temible á causa de su necedad y locura, y que ahora, viniendo por disposicion de Pompeyo, caerá en el gobierno á manera de rayo para trastornarlo todo?

Por tanto, no es tiempo de vacaciones y recreo, sino que es menester contener á este hombre, ó morir honrosamente contendiendo por la libertad.» Con todo, á porsuasion de los amigos pasó primero á sus campos, y deteniéndose por muy pocos dias, se restituyó á la ciudad. Llegó por la tarde, y á la mañana muy temprano bajó á la plaza para pedir el tribunado de la plebe, con el propósito de hacer frente y contener á Metelo; porque la fuerza de esta magistratura consiste más en impedir que en hacer, y así es que aun cuando todos los demas decreten una cosa, prevalece la oposicion de uno solo que no la quiera y no convenga en ello.

Al principio fueron pocos los amigos que se pusieron de parte de Caton; pero luego que se conocieron sus designios, dentro de breve tiempo tomaron su partido los buenos ciudadanos y cuantos le habían tratado, los cuales le.