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Plutarco.—Las vidas paralelas.

la ciudad, y que los presentes devoraban en secreto sus sollozos, preguntó al ayo por qué no había alguno que matase á aquel hombre; y respondiéndole ésle: «porque aunque le aborrecen mucho, todavia le temen más,»» le repuso al punto: «¿Pues por qué no me das á mí una espada para libertar de esclavitud á la patria quitándole de en medio?" Al oir Sarpedon estas palabras, vió que le centelleaban los ojos, y que su encendido semblante estaba lleno de ira y furor; y concibió tal miedo, que de allí en adelante estuvo siempre con cuidado y en observacion de que no cometiera algun arrojo. Era todavía niño pequeñito cuando á los que le preguntaban á quién quería más, respondió que á su hermano: volvieron á preguntarle, y luego?» y la respuesta fué igualmente que á su hermano: volvieron la tercera, cuarta y más veces, hasta que, cansados, no le preguntaron más. Despues, con la edad todavía se fortificó y creció este amor al hermano, porque ya era de veinte años, y jamás habia conado, viajado ó salido á la plaza sin Cepion. Mas si éste pedia ungüentos, él no los admilia, y en todo lo relativo al cuidado de la persona era rígido y severo: así, con ser Cepion objeto de maravilla por su par simonia y moderacion, reconocia que tenía este mérito si se le queria medir con los demas; «pero cuando comparo mi método de vida, decia, con el de Caton, entonces me parece que en nada me diferencio de Sipio» nombrando á uno de los que tenian fama entonces en Roma de más muelles y aféminados.

Hecho Caton sacerdote de Apolo, mudó ya de casa; y habiendo tomado la parte que le cupo de los bienes paternos, que ascendia á ciento veinte talentos, áun redujo los gastos en lo relativo á su persona. Trabó entónces amistad é íntima union con Antipatro de Tiro, filósofo estóico, y á su lado se dedicó con especialidad a los principios y dogmas de la ética y la política, ejercitándose como por inspiracion para toda virtud; aunque bre todas se incli-