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Plutarco.—Las vidas paralelas.

más insigne fué el sucedido en Tralis. Habia en el templo de la Victoria una estátua de César, y todo aquel terreno, además de ser muy compacto por naturaleza, estaba enlosado con una piedra dura, y se dice que nació una palma por entre la base de la estatua. En Padua Cayo Cornelio, varon muy acreditado en la adivinacion, conciudadano y conocido del historiador Tito Livio, casualmente aquel dia estaba ejercitado en su arte augural, y en primer lugar supo, segun reflere Livio, el momento de la batalla, y dijo á los que se hallaban presentes: «Ahora se agila la gran cuestion, y los ejércitos vienen á las manos.» Despues, pasando á la inspeccion y observacion de las señales, se levantó gritando con entusiasmo: «Venciste, César:» y como los circunstantes se quedasen pasmados, quitándose la corona de la cabeza, dijo con juramento que no volveria á ponérsela hasta que el hecho diese crédito á su arte.

Livio confirma la relacion de estos sucesos.

César, habiendo dado libertad á la nacion de los Tesalianos en gracia de la victoria, siguió el alcance á Pompeyo, y llegado al Asia dió tambien la libertad á los de Gnido en honor de Teopompo, el que recopiló tas fábulas; y á todos los habitantes del Asia les perdonó la tercera parte de los tributos. Habiendo arribado á Alejandría, muerto ya Pompeyo, abominó la vista de Teodoto, que le presentó la cabeza de Pompeyo; y al recibir el sello de éste no pudo contener las lágrimas. De los amigos y confidentes del mismo, á cuantos andaban errantes ó habian sido hechos prisioneros por el Rey les hizo beneficios y procuró ganarlos. Así es que escribiendo á Roma á sus propios amigos les decia que el fruto más grato y más señalado que habia cogido de su victoria era el salvar á algunos de aquelios ciudadanos que siempre le habian sido contrarios. Acerca de la guerra que alli tuvo que sostener, algunos la gra'dúan no solamente de no necesaria, sino además de ignominiosa y arriesgada por solos los amores de Cleopatra;