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Plutarco.—Las vidas paralelas.

llevaba ahora su merecido; y otros de que cuando éste condescendia y se prestaba á condiciones equitativas, habia permitido á Léntulo que lo maltratase. Fabonio le decía que diera una patada en el suelo, aludiendo á que en cierta ocasion, hablando con aire de jactancia en el Senado, se opuso á que se entrara en solicitud y en cuidado sobre preparativos para la guerra; porque cuando el otro se moviese, con dar él una patada en el suelo llenaria de tropas la Italia. Entonces mismo las fuerzas de Pompeyo eran superiores á las de César, sino que nadie le dejaba obrar segun su propio dictámen, y sucediéndose las noticias, las mentiras y los terrores, por decirse que ya el enemigo estaba á las puertas, y todo lo habia sometido, fué arrebatado del impulso comun. Decretó, pues, que se estaba en estado de sedicion, y abandonó la ciudad, mandando que le siguiera el Senado y que no se quedara nadie de los que á la tiranía prefirieran la patria y la libertad.

Los cónsules huyeron sin haber hecho siquiera ántes de su salida los sacrificios prescritos por la ley, y huyeron los más de los senadores, tomando á manera de robo lo que era propio, como si fuese ajeno. Hubo algunos que babiendo sido antes partidarios acérrimos de César, cayeron entonces, en medio de la confusion, de su anterior propó silo, y sin motivo fueron arrebatados de la violencia de aquella corriente. Era á la verdad espectáculo triste el de Ruma, y en medio de aquella tormenta parecia nave de cuya salud desesperan los pilotos, y que es de ellos abandonada para que sea la suerte quien la conduzca. Pues con todo de ser tan lastimosa y miserable esta mudanza, los ciudadanos veian la patria, á causa de Pompeyo, en aquella turba fugitiva; y en Roma no veian sino el campamento de César: de manera que hasta Labieno, uno de los mayores amigos de César, y que habia sido su legado y habia combatido denodadamente á su lado en todas las guerras de la Galia, se separó entonces de él y marchó á unirse con Pom-