Página:Las siete tragedias de Sófocles - Biblioteca Clásica - CCXLVII (1921).pdf/323

Esta página no ha sido corregida
303
FILOCTETES

El Mercader.—No entiendo yo de 850; asi que me vuelvo a mi nave, y a vosotros que el dios os de lo que más os convenga.

Filoctetes.—¿No es esto extraño, sob joven!, que el hijo de Laertes espere poder embarcarme en su nave valiéndose de sus embůstes, y presentarme en medio de los aqueos? Mejor que a él oiria yo a la muy odiada vibora que me dejó asi, sin pie. Pero él es capaz de decirlo todo y de atreverse a todo. Y ahora sé que vendrá. Pero, hijo, marchemos, para que mucho mar nos separe de la nave de Ulises. Vayámonos; que la oportuna diligencia proporciona sueño y descanso después de la fatiga.

Neoptólemo.—Pues cuando cese el viento de proa entonces partiremos; que ahora nos os contrario.

Filoctetes.—Siempre es bueno navegar cuando se huye del mal.

Neoptólemo.—Lo sé; pero también a ellos les es el viento contrario.

Filoctetes.—No hay para los piratas viento contrario cuando tienen ocasión de hurtar algo o robarlo vioJentamente.

Neoptólemo.—Pues si te parece, marchemos, tomando antes de la caverna lo que más útil o agradable te sea.

Filoctetes.—Pues algo me hace falta de lo poco que allí hay.

Neoptólemo.—¿Qué cosa es esa que no se halle en; mi nave?

Filoctetes.—Una hierba tengo que me sirve siem-


    los infiernos, quien le concedio permiso para volver a la luz con objeto de castigar a su mujer porque le había obedecido. Una vez fuera del interno, no se daba prisa en volyer.