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TRAGEDIAS DE SÓFOCLES

HL-LO.-Pues, ¡oh padre!, me conturbo de verdad al llegar a pensar en lo que me estás diciendo; pero obedeceré lo que mandes.

Hércules.—Alárgame tu mano derecha primeramente.

Hil-lo.—¿Por qué me exiges tan gran garantia de fidelidad?

Hércules.—¿No la alargarás en seguida, y no me desobedecerås?

Hil-lo.—Ahi te l& alargo, y en nada te contradeciré.

Hércules.—Jura, pues, por la cabeza de Júpiter que me engendró.

Hil-lo.—¿Qué es lo que he de hacer y lo que he jurar?

Hércules.—Que la cosa que te diga, la cumplirás.

Hil-lo.—Juro yo, tomando a Júpiter por testigo.

Hércules.—Y si no cumples el juramento, pide que la desgracia caiga sobre ti.

Hil-lo.—No hay temor de que caiga, pues lo cumplire; pero lo pido, sin embargo.

Hércules.—¿Conoces tú la elevadisima cima del Eta, consagrada a Júpiter?

Hil-lo.—La conozco; como que muchos sacrificios he celebrado en ella.

Hércules.—Alli, pues, es preciso que transportes mi cuerpo tú mismo, con tus propias manos y con los amigos que necesites; y después de podar el abundante bosque de encidas de profundas raices y cortar a la vez gran cantidad de olivos silvestres machos, pon encima mi cuerpo y prende fuego con la llama de encendido pino. De llanto no te salga ninguna lágrima, sino hazlo todo sin gemidos y sin lloros, si es que eres hijo de este hombro; que si no, soré yo siempre, aun cuando esté en el infierno, quien te maldiga y pese sobře ti,