HL-LO.-Pues, ¡oh padre!, me conturbo de verdad al llegar a pensar en lo que me estás diciendo; pero obedeceré lo que mandes.
Hércules.—Alárgame tu mano derecha primeramente.
Hil-lo.—¿Por qué me exiges tan gran garantia de fidelidad?
Hércules.—¿No la alargarás en seguida, y no me desobedecerås?
Hil-lo.—Ahi te l& alargo, y en nada te contradeciré.
Hércules.—Jura, pues, por la cabeza de Júpiter que me engendró.
Hil-lo.—¿Qué es lo que he de hacer y lo que he jurar?
Hércules.—Que la cosa que te diga, la cumplirás.
Hil-lo.—Juro yo, tomando a Júpiter por testigo.
Hércules.—Y si no cumples el juramento, pide que la desgracia caiga sobre ti.
Hil-lo.—No hay temor de que caiga, pues lo cumplire; pero lo pido, sin embargo.
Hércules.—¿Conoces tú la elevadisima cima del Eta, consagrada a Júpiter?
Hil-lo.—La conozco; como que muchos sacrificios he celebrado en ella.
Hércules.—Alli, pues, es preciso que transportes mi cuerpo tú mismo, con tus propias manos y con los amigos que necesites; y después de podar el abundante bosque de encidas de profundas raices y cortar a la vez gran cantidad de olivos silvestres machos, pon encima mi cuerpo y prende fuego con la llama de encendido pino. De llanto no te salga ninguna lágrima, sino hazlo todo sin gemidos y sin lloros, si es que eres hijo de este hombro; que si no, soré yo siempre, aun cuando esté en el infierno, quien te maldiga y pese sobře ti,