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ANTÍGONA

El Centinela.—Quien lo haya hecho te aflige et corazón; yo, los oidos.

Creonte.—Ay, qué charlatán manifiesta, ser!

El Centinela.—Pero nunca el autor de ese crimen.

Creonte.—Es fácil que por dinero te hayas vendido.

El Centinela.—¡Huy! Dificil es que a quien haya formado una opinión se le convenza de su falsedad.

Creonte.—Charla ahora acerca de la opinión; que si no me descubris a los culpables, og veréis obligados & confesar que las malas ganancias acarrean desgracias.

El Centinela.—Pues ¡Ojalá sean descubiertos! Pero lo viismo si se encuentran que si no - pues de esto la suerte decidirá -, no es posible que me veas volver aqui; pues si, contra lo que esperaba y temia, me voy Balyo ahora, debo dar muchas gracias a los diosos.

Coro.—Muchas cosas hay admirables, pero ninguna es más admirable que el hombre. Él es quien al otro lado del espumante mar se traslada llevado del impetuoso viento a través de las olas que braman en derredor; y a la más excelsa de las diosas, a la Tierra, incorruptible e incansable, esquilma con el arado, que dando vueltas sobre ella año tras año, la revuelve con ayuda de la raza caballar. Y de la taza ligera de las aves, tendiendo redes, se apodera; y también de las bestias salvajes y de los peces del mar, con cuerdas tejidas en malla, la habilidad del hombre. Domeña con su ingenio a la fiera salvaje que en el monte vive; y al crinado caballo y al indómito toro montaraz, les hace amar el yugo al que sujetan bu cerviz. Y en el arte de Ja palabra, y en el pensamiento sutil como el viento, y en las asambleas que dan leyes a la ciudad se amaestro; y también en evitar las molestias de la lluvia, de la intemperie y del inhabitable invierno. Teniendo recursos para todo, no queda sin ellos ante lo que ha de ve-