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Luisa Recabárren.

agradaba a todos, especialmente a las mujeres a quienes seducia el contraste de la palabra ardiente con la fisonomía melancólica del fraile. Parecia un hombre dominado por una profunda pasión: sí, padecia de mal de patria — seguian despues el doctor Vera, que podríamos llamar el poeta de la revolucion; hombre fino i amable, tímido ántes de la lucha, pero que no carecia de cierto valor en medio de la accion; Argomedo, carácter frio en apariencias pero apasionado en el fondo; Mackenna, figura caballeresca i galante, que tan trájico fin habia de tener en el duelo con Luis Carrera; Irisarri, crítico i polemista eminente, diplomático i hombre de estado. Tales eran las figuras principales de aquel salón histórico.

En medio de esa sociedad brillante, Luisa Recabárren ejercia el encantador dominio que dá la belleza unida a las altas dotes del espíritu i del corazon. Seducido por tantos atractivos, un hombre de mérito, don Gaspar Marin, que despues habia de representar un gran papel en la revolucion, la hizo su esposa. Ella se casó enamorada; habia encontrado por fortuna un hombre que realizaba sus sueños de