Entonces el verdugo me llevó fuera de la ciudad. Y me sacó de la caja con las manos atadas y los pies encadenados, y me quiso vendar los ojos antes de matarme. Pero entonces rompí á llorar y recité estas estrofas:
¡Cuando disponía del poder, mi mano derecha, la que debía castigar, se abstenía, pasando el arma á mi mano izquierda, que no la sabía esgrimir! ¡Así obraba yo!
¡No insistáis, os lo ruego, en vuestros reproches crueles; dejad que sólo los enemigos me arrojen las flechas dolorosas!
¡Conceded á mi pobre alma, torturada por los enemigos, el don del silencio; no la oprimáis más con la dureza y el peso de vuestras palabras!
¡Confié en mis amigos para que me sirviesen de sólidas corazas; y así lo hicieron, pero en manos de los enemigos y contra mí!
¡Los elegí para que me sirviesen de flechas mortales; y lo fueron, pero contra mi corazón!
¡Cultivé sus corazones para hacerles fieles; y fueron fieles, pero á otros amores!
¡Los cuidé fervorosamente para que fuesen constantes; y lo fueron, pero en la traición!
Cuando el verdugo oyó estos versos, recordó que había servido á mi padre y que yo le había colmado