estas poblaciones de que están ustedes tan envanecidos; sí, valía más. Y en cuanto á vestidos, prefiero los ligeros cendales de los antiguos tiempos, y me molesta el tener que doblegarme á las exigencias del pudor moderno, ente maligno á quien no he podido sobornar sino á medias en punto á trajes. Por lo demás, no me va mal; los moralistas me vituperan y los filosofastros me tratan como si fuera un mal sofista; pero me importa poco.
Los que no son suficientemente tontos ni han perdido el seso necesario para ser filósofos, me aplauden, me miman, me señalan cuando me ven; las mujeres son mis más sinceras amigas, aunque algunas me tratan con cierta desconfianza, producida más bien por las calumnias de los sabios que por mi propio carácter; otras se muestran un tanto benignas conmigo, y algunas me hablan de sus maridos en un estilo que me hace reir. Esa es mi literatura.
» Por otra parte, yo no soy ambicioso; soy de los que dicen tengo lo que me basta, y detesto la anarquía conyugal, procurando aplacarla siempre, en unión con algunos moralistas domésticos, que saben el modo de no provocar esa anarquía, cultivando mi amistad, siempre desinteresada. No me gusta el escándalo, y siempre pongo en práctica los más