figuras eran mayores aquí, y las actitudes y formas tocaban el límite de perfección del ideal antiguo. Todas las figuras eran divinas, desde Prometeo á Dejanira; todos los monstruos eran hombres, desde Polífemo hasta Briareo.. El cuadrúpedo mismo, modelado por tan hábil cincel, tenía una especie de humana expresión. Allí Pegaso era un rey que trota y vuela, Cerbero un esclavo que ladra por tres bocas.
Pero diga usted, para que hubiera tantas cosas era preciso un espacio inmenso le dije, picado ya de las enormes bolas que me quería hacer tragar el bueno de don Anselmo, y deseoso de hacerle comprender, por si quería burlarse de mí, que no era tan crẻdulo para embucharme aquella máquina de desatinos.
La verdad era que ya estaba mareado con la pomposa descripción de columnas, jaspes, cariátides y otras mil baratijas engendradas en la mente de mi amigo. Yo sabía, por lo que oí referir á algunos viejos, que el tal palacio no tenía de particular más que algunos cuadrejos, algunos vasos y dos ó tres estanterías vetustas que el padre de don Anselmo había comprado en una almoneda. No podía menos de extrañar que á la riqueza artística del palacio diera tales proporciones el aluci-