samente; al exterior no aparentaba nada de notable, pues no era más que un caserón de estos que han quedado en Madrid del siglo pasado. Interiormente estaban todas sus maravillas: como los alcázares de los árabes, fué construída por un gran egoísmo ó una extremada reserva. Mi padre realizó allí un sueño, expresó todo lo que sabía ó todo lo que había soñado. No sé qué medios empleó para ello, ni qué artífices trabajaron en la obra: parecía más bien cosa forjada por fuerzas superiores, obra salida de las entrañas de la tierra al empuje de una voluntad diabólica. Examinada detenidamente, se veía allí como la historia y el proceso del Arte en todos tiempos.
» Mi padre era grande admirador de la antigüedad, y había querido representarla allí: más que delirio de un poderoso, era su casa la realización de un sueño de artista, delirio simbolizado en la opulencia, verdadera estética del millón. El jaspe, las estatuas, los relieves, las líneas entrantes y salientes, las molduras y reflejos, la tersa superficie del mármol del piso, que proyectaba á la inversa la construcción toda, la concavidad mitad sombría mitad luminosa de las bóvedas, la comunicación de las arquerías, el corte geométrico de las luces, la amplitud, la extensión, la altura, deslumbraban á todo el que