mar prójimos á los místicos españoles, que han vivido una vida ideal completa, paralela á su vida efectiva. Éstos tenían una obsesión, un otro yo metido en la cabeza. Á veces he pensado en la existencia de un entozoario que ocupa la región de nuestro cerebro, que vive aquí dentro, alimentándose con nuestra savia y pensando con nuestro pensamiento.
—¡Oh! explique usted eso un poco más dije, satisfecho de ver entrar á don Anselmo por el camino de una extravagancia que parecía ser muy divertida.
No es más que una idea vaga... Si yo pudiera exteriorizarme, expresar todo esto que hay en mí, de seguro se pasmarían muchos que hoy se ríen de mis cosas.
—¡Oh! Si usted escribiera sus memorias, don Anselmo—dije afectando mucha seriedad para que no desconfiase—, no habría en antiguos ni modernos quien le igualara.
—Es verdad—contestó don Anselmo, cuyos ojos se animaron con repentino fulgor—.
Nadie me igualaría. Mi vida ha sido universal compendio de toda la vida humana: ¿no es verdad?
— ¡Ah! sin duda. ¿Quién puede dudar eso?
Usted, que me ha oído contar algunos sucesos, lo comprenderá. ¿No es verdad que 3