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La sombra

bro como salió aquella buena señora del cerebro de Júpiter: yo soy tu idea hecha hombre.

Mas no creas por eso que no tengo existencia real: yo ando por ahí como tú, me conoce todo el mundo, soy un Fulano de Tal, como cualquiera. Para el mundo hay un Alejandro, persona muy conocida y nombrada; para ti hay este Paris que te atormenta, esta sombra que te persigue, esta idea que te tortura.

¡Adiós! Ya nada tengo que hacer aquí; tu esposa se muere. ¡Abur!» En aquel momento sentí gritos agudísimos en el interior de la casa. Elena había muerto, Paris desapareció, yo me sentí libre, respiré. Parecíame que no había respirado en tres días; de tal modo se complacía mi pecho en aquella expansión descansada y reparadora. Al mismo tiempo, una pena profundísima me llenaba el alma, al considerar la existencia que había de menos en mi casa, aquel espíritu que se había ido, huyendo de mí. En aquel momento de supremo dolor me pareció que la vi pasar como ráfaga, como nube ligera, no tan tenue ni tan rápida que me impidiera ver sus facciones alteradas por ese misterioso sello que pone la muerte á las caras más hermosas. Aquello pasó por delante de mis ojos, dejándolos deslumbrados un momentoubun