te expulso de mí ya que no has querido darme la muerte; vete, porque esto es mil veces peor que morir.»» «¡Irme! No puede ser—contestó mi enemigo, encendiendo un cigarrillo de papel.
Ni yo, aunque quisiera, tengo poder para abandonarte. Mientras tú tengas ideas y sensaciones, yo estaré aquí. Renuncia á todo eso y me iré; resígnate á ser, en vez de hombre inteligente y sensible, una máquina automática, sin ninguna vida espiritual; resígnate á ser un bulto vivo, y entonces me marcho.» «Me resignaré. Yo quiero morir ó no pensar; yo quiero ser una bestia y no sentir en mi cabeza esto que llevo desde el nacer para tormento mío.» —«No lo tomes así, tan á pechos—repuso—; estas cosas deben considerarse con calma; sé filósofo; ten esa grandiosa serenidad que ha hecho célebres á muchos maridos, y no quieras sobreponer un falso pundonor á ciertas leyes sociales que nadie puede contrariar.»» «No me trastornes más; yo quiero morir; quiero ser sacrificado á este pensamiento que me ha devorado, consumiéndome todo.» « Decía yo esto con la mayor sinceridad, amigo; deseaba morir, ó vivir sin conciencia ni entendimiento; si esto era vivir, había en mí como un delirio, una excitación tal, que