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Ni un eco dulce por la selva se oye,
Ni las aves revuelan peregrinas;
El aura que cruzaba las colinas
No trae yá su soplo halagador.

El horizonte, que ántes ostentaba
Matices varios, de la luz reflejos,
Pardas nubes anublan a lo léjos
Ahora su pura i grata claridad.
I el ala triste en vano por consuelo
Del bien pasado invoca la memoria,
Pues no espera que el tiempo de su gloria
Vuelba i le brinde igual felicidad.

I oculta cuidadosa sus congojas;
Sola, represa en su tormento mismo,
De su dolor penetra en el abismo
I término a su mal no alcauza a ver.
I ni un acento de ternura escucha
Que piadoso mitigue su quebranto:
Eterna soledad i acerbo llanto
Es el destino que le cabe cruel.

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Cuando en la callada noche
En prolongada vijilia,
El corazón sus latidos