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LA GUERRA GAUCHA

resquicios se agrietaba su forro paquidérmico; parecía una madrépora constelada aquí y allá por el azuloso lucero de las pasionarias, adormecíanse los cuchicheos del follaje; la tierra sudaba frescura, y mientras el sol, afuera, se deshacía en brasas como un tizón, la partida sesteaba.


Junto á las monturas algo se movió en el silencio. Una víbora se descolgó á lo largo del tronco con la suavidad de una bordona, al mismo tiempo que el mendigo alzaba la cabeza.

Nada!...

Así transcurrió un minuto hasta que todo se durmió otra vez. Agitáronse de nuevo las hojas; el cañón de una carabina apareció entre las monturas, y sólo el mayor silencio advirtió que andaba gente en el bosque.

El simultáneo estruendo de treinta tiros convergentes, despertó á los dormidos, raleándolos con seis bajas; y los más, requiriendo sus tercerolas; los restantes sin advertencia ni para esto, á gatas, á saltos, en una agazapada confluyeron.

Mas el bosque retumbó con nuevos estampidos y nuevas bajas aportillaron el grupo. Dos se pararon espalda con espalda, mientras los otros corrían cazados de todas partes, una puntería sobre cada