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SORPRESA


Entre los oficiales de la montonera había un capitán medio literato y que sabía latín. No cargaba borlas de doctor, pero componía coplas y además adoraba al Imperio. Las cargas de Murat le sonaban á poema. De los libros que en pipas sedicentes de vino y sal traían a Buenos Aires los contrabandistas, algunos le cayeron á mano. Fueron allá con las carretas que echaban seis meses de viaje, en petacas y almofrejes clandestinos.

Aquellas caballerías de la Francia que como las nubes en el cielo tempestaban en la tierra; aquellas águilas, aquellos sables, lo mareaban; pues el capitán, como buen poeta, tenía algo de héroe y aun por tal se jactaba sosteniéndolo á sablazos. Gran proclamista además, con doble razón lo querían los montoneros. Gallardeaba asimismo ana-