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San Agustín

siguientes nos hace ver que tan execrable crimen no había de quedar sin el merecido castigo, diciendo (1): «Y aquel que era mi amigo en quien yo confiaba, el qua comía mi pan á mi mesa, levantó contra mí su planta»; esto es, me holló y pisó; «pero (2) tú, Señor, dice, ten misericordia de mí y resucitame, y yo les daré su pago». ¿Quién hay que pueda ya negar este vaticinio viendo á los judíos después de la pasión y resurrección de Cristo, expulsos y desarraigados totalmente de su asiento con el rigor y estragos de la guerra? Porque habiéndole muerto, resucitó, y en el interin les dió una instrucción y corrección temporal, además de la que reserva á los que no se enmendaren, cuando vendrá á juzgar á los vivos y á los muertos. El mismo Jesucristo, Señor nuestro, declarando á los apóstoles el traidor que le vendía á pesar del bocado de pan que le daba, refirió también este verso del mismo Salmo, y dijo que se cumplió en él (3). «El que comia mi pan conmigo á mi mesa, levantó sobre mí el carcañal». Lo que dice (4): «en quien tenía puesta mi confianza», no corresponde á la cabeza, sino al cuerpo; mediante á que no dejaba de conocerle el mismo Salvador, pues poco antes había dicho de él: «uno de vosotros es diablo calumniador y traidor»; pero suele transferir á su persona, atribuir lo que es propio de sus miembros, porque cabeza y cuerpo es un solo Jesucristo, y de aquí la expresión del Evangelio: «cuando tuve hambre me diste de comer».

Aclarándola más, dice: «Cuando esto hiciste con uno de los más ínfimos de los míos, conmigo lo hiciste».

Dijo, pues, de sí que confió y esperó lo que esperaban y confiaban de Judas sus discípulos cuando le admitió (1) (2) Salmo 40.

Salmo id.

Salmo id.

Salmo id.