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CAPÍTULO XVIII.

6 Apenas pues les dijo: Yo soy, retrocedieron todos, y cayeron en tierra.

7 Levantados que fueron, les preguntó Jesus segunda vez: ¿A quién buscais? Y ellos respondieron: A Jesus nazareno.

8 Replicó Jesus: Ya os he dicho que yo soy: ahora bien, si me buscais á mí, dejad ir á estos.

9 Para que se cumpliese la palabra que habia dicho: ¡Oh Padre! ninguno he perdido de los que tú me diste [1].

10 Entre tanto Simon Pedro, que tenia una espada, la desenvainó, y dando un golpe á un criado del pontífice, le cortó la oreja derecha. Este criado llamábase Malchô.

11 Pero Jesus dijo á Pedro: Mete tu espada en la vaina. El cáliz que me ha dado mi Padre, ¿he de dejar yo de beberle?

12 En fin, la cohorte de soldados, el tribuno ó comandante, y los ministros de los judíos prendieron á Jesus, y le ataron;

13 de allí le condujeron primeramente a casa de Annás, porque era suegro de Caiphás, que era Sumo pontífice aquel año.

14 Caiphás era el que habia dado á los judíos el consejo, que convenia que un hombre muriese por el pueblo.

15 Iba siguiendo á Jesus Simon Pedro, y otro dis-


  1. Antes XVII. v.12.