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CAPÍTULO XV.
Prosigue la plática de Jesus. Dice que él es la vid, y los fieles los sarmientos. Recomienda y manda otra vez el amor. Escoge á sus discípulos para que den fruto, y los conforta contra las persecuciones del mundo. Hace ver que los judíos son inexcusables de su pecado. (Matth. 10, 24, 28. Luc. 24.)

1 Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador.

2 Todo sarmiento que en mí, que soy la vid, no lleva fruto, le cortará; y á todo aquel que diere fruto, le podará para que dé mas fruto.

3 Ya vosotros estais limpios, en virtud de la doctrina que os he predicado.

4 Permaneced en mí; que yo permanecerá en vosotros. Al modo que el sarmiento no puede de suyo producir fruto, si no esta unido con la vid, así tampoco vosotros si no estais unidos conmigo.

5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos: quien esta unido pues conmigo, y yo con él, ese da mucho fruto; porque sin mí nada podeis hacer.

6 El que no permanece en mí, será echado fuera como el sarmiento inútil, y se secará, y le cogerán, y arrojarán al fuego, y arderá.

7 Al contrario, si permaneceis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que quisiéreis, y se os otorgará.

8 Mi Padre queda glorificado en que vosotros