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CANTO DÉCIMOCUARTO

y se preocupaba por mí en su corazón, y yo le llamo hermano del alma por más que esté lejos.»

148 Hablóle entonces el paciente divinal Ulises: «¡Oh amigo! Ya que á todo te niegas, asegurando que aquél no ha de volver, y tu ánimo permanece incrédulo; no sólo quiero repetirte sino hasta jurarte que Ulises volverá. Por albricias de la buena nueva revestidme de un manto y una túnica, que sean hermosas vestiduras, tan presto como aquél llegue á su palacio; pues antes nada aceptaría, no obstante la gran necesidad en que me encuentro. Me es tan odioso como las puertas del Orco, aquél que, cediendo á la miseria, refiere embustes. Sean testigos primeramente Júpiter entre los dioses y luego la mesa hospitalaria y el hogar del irreprochable Ulises á que he llegado, de que todo se cumplirá como lo digo: Ulises vendrá aquí este mismo año; al terminar el corriente mes y comenzar el otro volverá á su casa, y se vengará de quien ultraje á su mujer y á su preclaro hijo

165 Y tú le contestaste así, porquerizo Eumeo: «¡Oh anciano! Ni tendré que pagar albricias por la buena nueva, ni Ulises tornará á su casa; pero bebe tranquilo, cambiemos de conversación y no me traigas tal asunto á la memoria; que el ánimo se me aflige en el pecho cada vez que oigo mentar á mi venerable señor. Prescindamos, pues, del juramento y preséntese Ulises, como yo quisiera y también Penélope, el anciano Laertes y Telémaco, semejante á los dioses. Por este niño me lamento ahora sin cesar, por Telémaco, á quien engendró Ulises: como las deidades le criaran lo mismo que un pimpollo, pensé que más adelante no sería entre los hombres inferior á su padre, sino tan digno de admiración por su cuerpo y su gentileza; mas, habiéndole trastornado alguno de los inmortales ó de los hombres el buen juicio de que disfrutaba, se ha ido á la divina Pilos en busca de noticias de su progenitor, y los ilustres pretendientes le preparan asechanzas para cuando torne, á fin de que desaparezca de Ítaca sin gloria alguna el linaje de Arcesio, semejante á los dioses. Pero dejémoslo, ora sea capturado, ora logre escapar porque el Saturnio extienda su brazo encima del mismo. Ea, anciano, refiéreme tus cuitas, y dime la verdad de esto para que yo me entere: ¿Quién eres y de qué país procedes? ¿Dónde se hallan tu ciudad y tus padres? ¿En cuál embarcación llegaste? ¿Cómo los marineros te trajeron á Ítaca? ¿Quiénes se precian de ser? Pues no me figuro que hayas venido andando.»

191 Respondióle el ingenioso Ulises: «De todo esto voy á infor-