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La coge el Dios airoso de la mano
Y «Ven, dice, ¡oh sí, ven, mi tierna amiga,
Que aqueste lecho nos está esperando.
En el Olimpo ya no está tu esposo
Que á Lemnos fuese á ver sus Sintios bravos.»
La Diosa ardia con iguales fuegos:
Ya en el sitio se encuentran deseado;
Mas el tejido se desplega y cae.
Presos estan en tan estraño lazo
Y no pueden salir ni menearse.
En un lance á los goces tan amargo
Sienten ya que escapar no será dable
A las iras del Dios que han ultrajado.
Les observaba Febo; diligente
Vuela y ya prevenido esta Vulcano
Que vuelve lleno el pecho en venganzas.
Con voz que á todo el cielo causa espanto,
Ya desde el peristilo : ¡Oh Jove! grita,
Ven á ver cuánto son afortunados
Los seres de tu Olimpo. Aque una escena
Jocosa quiero al punto presentaros;
Intolerable escena, muy risible,
Y que ostenta odiosísimo atentado.
No me basta ser cojo; la hija escelsa
De Jove me procura un nuevo agravio;
Marte es, aquese Marte pervertido,
De sus tiernas caricias dulce blanco.
Cierto, es ágil y hermoso aqueste amante,
Y yo soy un palurdo estropeado;
Mas ¿quién la culpa tiene, quién? mis padres:
¿Por qué para tal mengua me engendraron?
¡Mirad con cuál dulzura estan unidos!
Miradlos mientras yo de enojo rabio.
¡Oh que á pesar de su ternura infame
Dejar sus fuegos pienso harto burlados!
Presos asi estarán hasta que Jove
Sin falta me devuelva cuanto he dado