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( LXXXI) asistian á ellos el orden mas exâcto, y la debida preferencia segun su dignidad, su valor y su virtud. Estas distinciones se reconoce en Homero, que excitaban á los hombres á ser magnánimos y virtuosos, y quién dudará que el mayor aliciente para el hombre es el premio y la recompensa? El mérito se aumenta con el premio, pues la gloria de llegar á conseguirlo, inflama el corazon humano, y le aníma á las grandes acciones.

Por lo respectivo á las guerras, asedios y combates, puede sacarse de la lectura de Homero una extensa instruccion. Alexandro, segun dice Plutarco en su vida, estimó tanto sus Poesías, que las copió por sí mismo, y las ponia todas las noches debaxo de su almohada, junto con su espada, no solo por el simple placer de leerlas, sino como él mismo confesaporque hallaba en ellas tan excelentes preceptos para la le enseñaban el moguerra, que do de conducirse en ella. El intrépido ardor de los Xefes, el modo de animar los Soldados á los combates, el arréglo con que entraKan en ellos, las precauciones que tomaban en los lances mas urgentes, y todo quanto Homeba,