Entonces el gran Júpiter Saturnio
El ánimo ensalzó del bravo Glauco,
Pues con el hijo ilustre de Tydeo
Sus armas permutó siendo de oro,
Y las otras de bronce, de manera
Que en cien Bueyes las suyas se apreciaban,
Y las otras de nueve no pasaban.
Llegando Héctor en tanto al bosque de hayas,
Y á las puertas Esceas, las mugeres
Y doncellas Troyanas se congregan
Al rededor de él con gran deséo
De saber de sus hijos, sus hermanos,
Sus esposos y amigos: mas entonces
Héctor solo les manda que sus ruegos
Por orden á los Dioses ofreciesen,
Porque á muchos gran ruína amenazaba.
Y sin mas detencion se va corriendo
Al excelso palacio de Priämo,
Sobre pórticos bellos construído,
En el que habia de labrada piedra
Cinquenta hermosos tálamos dispuestos
Uno inmediato á otro, en que dormian
Los hijos de Priämo, y sus mugeres
Legítimas y castas; y entre el átrio
A la parte de enfrente con su techo
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