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L AF A N F A R L O

otras boberías y galanterías dramáticas. En resumen, utilizó la coquetería por la buena causa, y nuestro astuto joven, que era más atontado que un sabio, prometió arrancar de la Fanfarlo al señor de Cosmelly y alejarlo de la cortesana, esperando encontrar en los brazos de la honesta mujer la recompensa de su obra meritoria. Y es que nadie más que un poeta sería tan cándido como para inventar monstruosidades semejantes.

Un detalle bastante cómico de esta historia, y que fue como un intermedio en el doloroso drama que iba a desarrollarse entre estos cuatro personajes, fue el malentendido ocurrido con los sonetos de Samuel –ya que, con respecto a los sonetos, era incorregible–. El uno era para Madame de Cosmelly, en el cual exaltaba en estilo místico su belleza de Beatriz, su voz, la pureza angelical de sus ojos, la castidad de sus andares, etc… El otro era para la Fanfarlo, en el cual se sirvió de un guiso de picantes galanterías capaces de hacerle subir la sangre al paladar del menos novato, género poético en el cual, de entre todos, él sobresalía, y en el cual había, a buena hora,