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vergajo, y en nuestros días se ha penetrado en las escuelas frailunas para encontrar niños con las orejas desgarradas, con las posaderas abrasadas o, como en' Tívoli, escolares que han recibido la percusión del vergajo alabándose de haberlo pedido. No hablaré de la pedagogía inglesa que antes elogiaba el vapuleo al desnudo » y declaraba que el mejor medio de hacer una esposa completa consistía en azotar a las muchachas desde los cinco a los dieciocho años». Tampoco diré nada de los ingleses que quieren conservar aquellos usos, ni de ciertos pedantes alemanes que todavía disertan sobre los méritos de la paliza.

También se ha rebelado la inteligencia contra esa educación espiritual », que estropeaba el espíritu, según la expresión de Guy-Patin, y que consistía esencialmente en el arte de recargar la memoria, de comentar los autores para hacer decir lo que jamás habían pensado, de argumentar sin fin sobre necesidades y absurdos.

Es decir, que, gracias al progreso de las ideas, a las modificaciones y reformas introducidas en la educación, que sufre las mismas fluctuaciones y pasa por las mismas fases que la civilización, de la cual es uno de los principales factores, ya no queda traza de aquella pedagogía bárbara, antinatural e inhumana, que hacía a Gargantua etan fatuo, necio e ignorante», que «endurecía a la vergüenza y al castigos, como dice Montaigne, y que la Revolución metió en un mismo saco; sí bien que la religión salió después algo desplumada, pero todavía vigorosa y sobre todo más astuta, y la antigua pedagogia, que galvanizó la Universidad imperial, me parece que aun muestra un poco la punta de la oreja o de la cola.

Admito que no pueda ya decirse de la enseñanza pública : « Más valdría no aprender nada que aprender tales libros bajo la dirección de tales preceptores».

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