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V. BLASCO IBÁÑEZ

el pobre parásito. No necesito más datos para creerlo: me lo dice el corazón. «Quien ama el peligro en él perece.» Tal vez le faltó inesperadamente la destreza. Tal vez algún viajero, asustado por su repentina aparición, fué menos compasivo que yo y le arrojó bajo las ruedas. ¡Vaya usted á preguntar á la noche lo que pasaría!

—Desde que le conocí—terminó diciendo el amigo Pérez—han pasado cuatro años. En este tiempo he corrido mucho, y viendo cómo viaja la gente por capricho ó por combatir el aburrimiento, más de una vez he pensado en el pobre gañán, que, separado de su familia por la miseria, cuando quería besar á sus hijos tenía que verse perseguido y acosado como alimaña feroz y desafiar la muerte con la serenidad de un héroe.