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LA CAMPAÑA

dia sentarse á descansar en el cuarto de profesores. ¡Cuántas noches he pasado en aquel hospital de los Reyes, contemplando, con la vista fija, el jardin, florido en Diciembre é iluminado por los tíbios rayos de la luna; oyendo, en medio del silencio de la noche, los desgarradores ayes de algun mártir de los calambres, el débil grito de ¡agua! exhalado por algun colérico, ó el fúnebre estertor de un moribundo, que oprimian mi ánimo , pensando en la esencia de ese terrible mal, y pidiendo á Dios que ilumine nuestras inteligencias, para que podamos descifrar el enigma cuya solucion ha de sepultar en el háratro la asoladora esfinje del cólera-morbo.

No estaban exentos del terrible influjo de este mal los que le combatian : el primer invadido del cuerpo de Sanidad fué, el segundo ayudante de Borbon D. Antonio Somojil, que hubo de ser trasladado á Géuta, sufriendo un ataque que por espacio de muchos dias le tuvo al borde del sepulcro; pero salvándose, no sin haber sufrido el periodo álgido. Pocos dias despues Huctaban entre la muerte y la vida, en el hospital de la Catedral, los segundos ayudantes D. Damian Mayo y otro cuyo nombre no recuerdo.

El día 22 bajaban del campamento de la Concepcion dos camillas, en la una venia el cadáver del jóven D. Isidro Sastre y Storch, Ayudante médico de los Cazadores de Arapiles, arrebatado á su brillante porvenir por un ataque de cólera fulminante, dejando sumido en el dolor á su hermano, el Médico de los Cazadores de Madrid; la otra camilla se detuvo á la puerta de mi hospital: venia en ella el Médico mayor D. José Roger y Pedrosa, atacado tambien por el mismo mal, de una manera tau grave, que á pesar de mis esfuerzos y de los de todos los comprofesores que inmediata