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nos á casa á presentarnos al ulmén según lo hemos concertado.

Tulcomara. ¿Sabes, Tegualda, lo que pudiéramos hacer de la piel de aquel pagui que acabo de matar?

Tegualda. ¿Y qué?

Tulcomara. Un chamal haremos de pieles del huemul y la chinchilla, y pondrémosle de forro la piel del pagui. Y será este chamal entonces el símbolo de mi futura vida. Cual chinchilla que durante la hermosa estación del estío y otoño acopia en su habitación sus provisiones para la helada estación que no le suministra sustento, así yo también acopiaré todo lo necesario para fomentar la bienaventuranza de mis protegidos con el apacible y humilde carácter de la chinchilla; con la perspicacia del huemul, que sabe con presteza y buen tino descubrir todo peligro que á él y los suyos amenaza, cual buen centinela estaré alerta siempre por el bien de las comarcas que gobierno. El león empero será emblema mía, siempre que alguien pretenda perturbar la tranquilidad de estas regiones.

Tegualda. Y ribetearemos ese chamal con plumas del flamenco, el símbolo de lo más bello que Chile posee, y con la piel del cache, como emblema de la fidelidad conyugal

Tulcomara. Así sea, mi Tegualda. Pero vamos al fin. El pueblo que á regalarnos viene, nos aguarda.

ESCENA VII
Tulcomara. Tegualda. Colca.

Colca. Ya está muerto el león que tanto nos incomodaba. Venid á verlo. Un ejemplar majestuoso es, cual no se ha visto aún en Arauco. Herido está, mas no se ve arma alguna que le privara la vida.

Tulcomara. Fué esta lanza que abrió brecha en su corazón. Vete á desollarlo y lleva la piel á casa del ulmén.

Colca. A obedecerte voy. (Quiere irse.)

Tulcomara. Colca, aguarda. Quiero ver á ese animal, antes que lo desfigures. Tegualda, ¿me acompañas?

Tegualda. No puedo. Ya te lo he dicho. Vete tu solo, que aqui te aguardo.

Tulcomara. En breves instantes me volverás á ver aquí, y en seguida entramos á la ciudad. (Váse).