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JUEZ Y VERDUGO 321

á replicar Aura. Creo que ha logrado hacer economías; y ¿en qué emplearlas mejor que en asear su habitacion, y darle luz; aunque no fuera sino para alumbrar sus venerandos mostachos?

El coronel rió del dicho de su hija; hablóse de otra cosa, y la farola quedó olvidada.

Pero en verdad, lo que esta alumbraba no era el cano bigote del viejo soldado, sino un precioso oratorio tapizado de raso blanco, sobre cuyo altar, profusamente adornado de las mas esquisitas flores, una urna de plata encerraba una bella estatua de la Vírgen.

Delante del altar habia dos reclinatorios donde Aura y Rosa, venian á prosternarse para elevar sus almas á Dios, en una misma plegaria.

Despues, sentada la una al lado de la otra, álos piés de la sagrada imágen, entrelazadas las manos, y contemplándose con acendrado cariño, charlaban alegres, dando recuerdos al pasado, programas al presente, esperanzas al porvenir; como en el tiempo en que niñas todavía, y el alma llena de fantásticas aspiraciones, habitaban los cláustros de Belen.

La presencia de su amiga ahuyentó del alma de Aura los estraños terrores que la atormentaban. Cerca de ella, sentíase fuerte, y nada temia.

Sin embargo, de vez en cuando, sorprendia 2