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308 PANORAMAS DE LA VIDA

aquel prodijio, arrojando la toca y la barba que lo encubria, fué á cacr á los piés de Inés.

Era Bruno, el sonámbulo de la hondonada, el ser misterioso que habia ofrecido su puñal y su vida.

—Héla ahí bajo mi influencia—díjola mostrando á la pobre Aura, pálida é inmóvil—¿qué es lo que quieres de ella?

—¡Vengarme!

Bruno palideció; y la mirada de adoracion que fijaba en su amada tornóse sombría.

—¡Ah!—dijo—yo habia jurado á aquel que me dió, y perfeccionó en mí esta ciencia milagrosa, no emplearla jamás para el mal.

—¿Es necesario matar? Aquí está mi puñal! — ¿quién me dijo esas palabras?

—Yo!

—Y bien! quiero vengarme!

—Vengarte de esta mujer? será acaso tu rival? amarías ¿0tro? . . . . Ah! nómbralo, por tu vida! y verás luego tu venganza satisfecha!

Y en los ojos de Bruno brilló una llama siniestra.

Inés sonrió á un mal pensamiento que desechó luego; y estrechando la mano á Bruno:

—Sií! le dijo—me robó el amor de mi hermano; y quiero recobrarlo quitándoselo á mi vez. Entonces, cuando me hayas vengado, seré tuya para sienpre.