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JUEZ Y VERDUGO 251

de sin igual ventura, en que asidas de la mano, caminábamos, «ulegres y confiadas en la senda de la vida, fijos los ojos en la estrella del porvenir . .....

Asi llegamos á los umbrales del colegio, donde nos esperaban, de un lado la madre prelada con su maternal abrazo; del otro el mundo con sus halagijeñas promesas.

Dolor y alegria.

Dolor de romper los apacibles hábitos de esa dulce vida de plácida intimidad: alegría de trocar el sombrío uniforme azul y negro, con las brillantes galas de la juventud.

Qué dias tan deliciosos siguieron á ese en que dejamos las clases por la charla de los salones, y los libros de estudio para hojear el prestigioso libro de la sociedad!

Separadas por el odio de partido que la política arrojara entre tu padre y el mio, nuestro afecto hallaba medios para salvar ese abismo.

Con qué graciosa audacia te deslizabas detras de la primera persona de estatura elevada que entraba á casa; atravesabas de un salto la bifurcación de mármol, te colabas en el callejon, un sillon antiguo te servia para escalar la ventana de mi cuarto y caías en mis brazos.

Qué gozo! Dios mio!. . . . Reíamos, llorábamos; nuestras preguntas y respuestas se atropellaban,