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EDGAR POE.

un sillon cerca de las encendidas leñas y aguardé pacientemente la llegada de mis huéspedes.

Poco despues de caida la noche, llegaron haciéndome un recibimiento cordial.

Júpiter riendo á carcajadas, no se daba punto de reposo preparando algunas gallinetas para la comida. Legrand estaba en una de sus crisis de entusiasmo, porque ¿qué otro nombre dar á aquello?

Habia encontrado un vivalbo desconocido, formando un género nuevo; y mejor aun que esto habia cazado y atrapado, con la asistencia de Júpiter, un escarabajo que creia de una nueva especie y sobre el cual deseaba saber mi opinion al dia siguiente.

—Y por qué no esta noche? le pregunté, frotándome las manos delante de las llamas y enviando al diablo mentalmente toda la raza de los éscarabajos.

—Ah! si yo hubiera sabido que estabais aquí! dijo Legrand; pero hace mucho tiempo que no os he visto. ¿Y cómo podia yo adivinar que me visitaseis precisamente esta noche? Viniendo á mi morada, me encontré al teniente G... del fuerte, y muy aturdidamente le he prestado el escarabajo; de suerte que os será imposible verle hasta mañana. Quedaos aquí esta noche y yo enviaré á Júpiter á buscarle al salir el sol. ¡Es la cosa más linda de la creacion!

—¡Qué, el alba!

—Eh! no! qué diablo! el escarabajo! Es de un