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EDGAR POE.

cia de sangre, atendiendo, como él decia, que en un pueblo sin aristocracia, el culto de lo bello no puede menos de corromperse, aminorarse y desaparecer; que acusaba en sus conciudadanos, en su lujo enfático y costoso, todos los síntomas del mal gusto característico de los parvenus, que consideraba al progreso, la gran idea moderna, como un éxtasis de los papa-moscas; Poe, pues, era una inteligencia singularmente solitaria.

Colocad en medio de una sociedad agiotista é indiferente al sentimiento de la belleza, á un hombre como Poe, á quien el amor de lo bello hacía sentir todas las dulzuras y todos los deseos de una pasion mórvida, de una exquisita delicadeza de gusto, de imaginacion soñadora, con todos los delirios y todas las auroras de una cabeza meridional y acabareis por comprender que la vida para un hombre semejante venga á ser un infierno, y cuando el mal haya concluido, os admirareis que haya podido durar tan largo tiempo.

El poeta es un enfermo, un monomaniaco.

Su enfermedad, su monomanía, son el deseo y el amor de lo bello! Rara vez puede satisfacer su deseo; rara vez puede aliviar su enfermedad. Ver un cielo y hallar un infierno, soñar en laureles, y tener que trabajar para buscar pan, ennoblecer la humanidad y verse olvidado de ella, descorrer ante la vista del mundo todos los íris, todas las divinas ilusiones del génio y del amor, ser el águila caudal á quien el sol no ciega,