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extranjero, ó las intrigas de la reaccion (1). La regla de criterio para todos los hombres de bien y discretos es bien sencilla: entender al revés todo lo que en esta materia dicen los revolucionarios en sus periódicos y en sus discursos.

Consiguiente con esta tradicion y practica de su secta, Romero Alpuente negó todos los conatos de republicanismo, logrando con su negativa que los hombres honrados se afianzaran en la idea de que los revolucionarios trataban de acabar con la monarquía; pues bastaba que Romero Alpuente lo negase, para que todo hombre de bien lo creyera. Recordó la causa do Oudinot y otras posteriores por el estilo, no bien traídas, y añadió: «Para dar valor á esta atroz calumnia de republicanismo, hicieron los conspiradores venir de Francia emisarios, especialmente para Aragón y Valencia, y áun hasta Madrid, que excitando á muchos patriotas el deseo al gobierno republicano, como preferible al constitucional, pudieron recoger algunas medias palabras y papeles, dictados por ellos mismos, con que presentar á tus conspiradores la prueba de su invencion y perder como republicanos á los constitucionales más decididos.»

Alegaba Romero como prueba que en Zaragoza solamente se habia puesto preso al patriota Villamor, oficial segundo de la contaduría de Propios. Acusó al gobierno de haber dejado perder los hilos de la conspiracion cortesana, que habian logrado coger los jueces de primera instancia de Valencia, Murcia, Alcalá y Madrid, removiéndolos por ser buenos patriotas y cediendo á las intrigas de Palacio. El gobierno contestó victoriosamente á todas aquellas alharacas, y aún fue peor para el ciudadano Juan el que no faltára en la prensa quien le atacase con el sarcasmo, haciendo objeto de ridículo (2).

La lógica de Romero no quedó mejor parada en la defensa que hizo del general Copons, jefe político de Madrid. Este fué de los que en 1814 contribuyeron más á echar abajo la Constitucion y perseguir á sus autores, llegando á decir que «sólo tenía envidia al general Elío por haber echado á pique la Constitucion.» Hecho despues furibundo demagogo y republicano, por la facilidad con que los hombres exage-

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(1) Todo esto se sintetiza en la fórmula ya citada : ¡Garrotazo firme, y gritar que nos pegan!

(2) Contestacion que da Pedro Tomillo Alvado al discurso que el ciudano JUAN ROMERO ALPUENTE publicó en Setiembre último sobre la supuesta junta de conspiradores contra el sistema constitucional. Madrid, imp. de doña Rosa Sanz: 1821. Un folleto en 4.º de 40 páginas.

En él se rebaten con fina sátira las cavilaciones de Romero Alpuente y los interesados aplausos que daba á los jueces interinos de Alcalá, Madrid y Valencia por los expedientes formados, los cuales estaban fundados sobre anónimos que habían recibido, y á los cuales habían dado valor, faltando á las leyes, que prohiben admitirlos en los procedimientos.