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Historia

derecho natural y de derecho de las gentes, confirmado, cierto, por el divino, la jurisdiccion; y así, mandaban matar á cuantos cristianos pudiesen, como á malhechores nocivos á sus vasallos y turbadores de sus repúblicas. Considere aquí el prudente lector, si aquellos Reyes y señores, siendo señores, y teniendo verdadera jurisdiccion, como, sin duda, como dije, por derecho natural y de las gentes, y confirmada por el divino les competia, hacian lo que debian á buenos y rectos jueces y señores, mandando hacer justicia de gente que tantos daños, y afrentas, y fuerzas, y turbaciones les causaban, y de su paz, y sosiego, y libertad eran usurpadores ¿qué gente, por bárbara ó por mansa y paciente, ó, por mejor decir, bestial, en el mundo fuera que lo mismo no hiciera? Así que, por esta razon, un Cacique que se llamaba Guatiguaná, cuyo pueblo era grande, puesto á la ribera del rio poderoso Yaquí, que, por ser graciosísimo asiento, hizo el Almirante hacer cerca ó junto dél una fortaleza que llamó la Magdalena, y estaba 10 ó 12 leguas de donde fué y es agora asentada la villa de Santiago, mandó matar diez cristianos que pudo haber y envió secretamente á poner fuego á una casa de paja donde habia ciertos enfermos. En otras partes de la isla mandaron matar otros Caciques hasta seis ó siete cristianos que se habian derramado, por los robos y fuerzas que les hacian. Por estas obras excesivas, y tan contra razon natural y derecho de las gentes, (que naturalmente dicta á todos que vivan en paz, y á poseer sin daño ni turbacion sus tierras y casas, y haciendas suyas, pocas ó muchas, y que nadie les haga fuerza, injuria, ni otro algun mal), que hacian los cristianos á los vecinos naturales desta isla en cualquiera parte que estaban, ó por donde quiera que andaban; derramáronse por todos los reinos, provincias, lugares y rincones desta isla tan horribles y espantosas nuevas de la severidad y aspereza, iniquidad, inquietud é injusticia de aquella gente recien venida, que se llamaban cristianos, que toda la multitud de la gente comun temblaba, y sin verlos los aborrecia y deseaba nunca verlos ni oirlos, mayormente los cuatro reyes, Guarionex, Caonabo,