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HISTORIA DE LA

una alta montaña. Los jardines de- bían hallarse al oeste , de manera que estaban privados del sol duran- te la mayor parte de) dia. Después de Puerto-Egmont , el mas considerable es la bahía de West- Point, al estremo oeste de la penín- sula meridional de Byron's Sound«  Estas bahías y las de las islas vecinas son el refujio de los balleneros, cuando el mal tiempo les sorprende en aquellos mares borrascosos. Puer- to-Egmont era muy concurrido años atrás por la abundancia de comesti- bles que facilitaba á los marinos. En efecto, hallábanse cerdos, ocas sil- vestres, etc.; pero hoy dia son muy raros estos animales, y las únicas provisiones que dá de sí la isla Falk- land, se reducen á algunas ocas y pato^ que por alimentarse de peáca- do tienen una carne muy desagrada- ble. Terminaremos aquí nuestros por- menores jeográfícos acerca de las Malvinas. Solo haremos mención de las islas Anican y la de los Leones marinos , que están al sur de la So- ledad; déla isla Beauchene que es la mas meridional de todas; al nordeste las islas Jasonsó Salvajes, llamada, Sebaldeti otro tiempo; de la del Pan de azilcar , colocada al frente de la isla Saunder, y los Muelles verdes {Quais veris) ^ al^omashácia el norte.

NEW-ISLAND Ó NUEVA ISLANDIA. — IJn nuevo Robinson,- La isla Nueva rio merecería í|ue hiciésemos de ella especial mención si no hubiera sido el teatro de una aventura muy dra- mática que no debemos pasar en si- lencio. Digamos desde luego, para dar una idea del lugar de la escena , que esta isla es montañosa en estremo y que su parte occidental ofrece una cadena, serie de horrorosos precipi- cios; en cuyo fondo bulle á veces el mar con un ruido espantoso. Un muro impenetrable de peñascos se eleva quinientos cincuenta pies so- bre las olas , y cuyo aspecto sombrío infunde un terror inesplicable en el alma del espectador. Cuando el vien- to de oeste sopla con violencia , las olas furiosas se estrellan contra esta mole jigantesca, envolviendo su base con una nube espesa de vapor mez- clada de espuma. Llanuras cubiertas de yerbas; y la^s, cuyas aguas se ven rizadas por innumerables aves , y bañan el pié de las montañas ; si- tios salvajes y precipicios pintores- cos; enormes preduscos confusa- mente amontonados ofreciendo se- ñales evidentes de convulsiones ter- restres; esto es cuanto se vé en lo in- terior de Píew-Island. A principios del año de 1814, el capitán Bamard , de la marina de los Estados-Unidos, se vio forzado á tocar en New-Island, durante un viaje emprendido para completa runcar^a- mentode pieles fínas. Así que se dis- ponia á dejar esta soledad, encontrt) en la costa meridional la tripulación de un navio inglés que naufragó, y que se componía de treinta personas, entre las cuales habia algunos pasa- jeros andaban errantes por aquellas plavas, poseidos de la desesperación. El buque americano era muy chico, y los náufragos muchos; pero la hu- manidad alzó su imperiosa voz , y Barnard no titubeó en recojer á los Ingleses. El primer impulso de estos desgra- ciados al verla jénerosidad del capi- tán americano , fué el de un vito agradecimiento; pero esta impresión fué poco á poco cediendo á una idea enteramente contraría. Los Estados Unidos de América se hallaban en guerra entonces con la Gran Breta- ña, y esta circunstancia les sujirió un pensamiento sumamente injurio- so para el honrado Bernard. Estelen habia prometido bajo su palabra de honor, dejarles en un puerto brr - sileño cuando regresara á su patria. Pero esta promesa no les tranquili- zaba ; imagináronse que el capitán tenia el odioso proyecto de traficar con su libertad y entregarles por una recompensa al gobierno de Ioü Estados-Unidos. Mientras tomaban incremento es- tas sospechas entre los Ingleses , Barnara se molestaba yendo el mis- mo en persona á New-Island para cazar aves y animales salvajes á fin de proveer suficientemente de víveres la embarcación. Un dia des- pués de haber andado errante mu-