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PATAGONIA.

da de una hermosa cresta roja. El scyta lopus fuscas , ó reyezuelo , brinca sin cesar ocultándose en los matorrales y troncos caídos en fuerza de su vejez. El trepador (»/- naUcueit tupinieri^ es el ave mas co- mún. Se le encuentra en los bos- ques de hayas, en los barrancos mas hondos. Este pajarito parece miüti- pilcarse, digámoslo así, con la vista del hombre, á causa del hábito que tiene de seguir curiosamente los visi- tadores que penetran en aquellos ló- bregos retiros. Voltea de árbol en ár- bol a muy corta distancia del viajero, haciendo oir una especie de mofasin- fulan No tiene las costumbres tímí- as del verdadero trepador {certhía JamiHarls ni sube como este á lo largo délos troncos de los árboles; salta con destreza y va buscando in- sectos de rama en rama. En las par- tes mas escuetas del terreno existen tres ó cuatro especies de pinzones , ua zorzal, un estornino o icterus^ dos y en fin algunas aves de rapiña y nocturnas. Los insectos son en muy corto xvia- mero; /urnarii^ en cuanto á los rep- tiles , niuno siquiera existe en toda la estension de la Tierra del Fuego. Habitantes, -^Toáos los viajeros están acordes en representar á los Fueguenses, ó habitantes de la Tier- ra del Fuego , como los individuos mas miserables de la especie huma- na. Tienen la cabeza gorda, como los Patacones, los pómulos salientes y la nariz aplastada , pero la fisono- mía mas afaole. Son mas bajos, peor forma dos, y mas sucios todavía. Em- badurnan algunas veces su cuerpo con una mezcla de carbón , almagra y aceite de foca, lo que les hace no solamente feos, sino de un olor tan pestífero, que no puede uno acer- carse á ellos. Algunos se pintan cier- tas partes con una tierra arcillosa blanca. Otros prefieren el color ne- gro. El capitán King ha visto uno de ellos pintado de blanco. Su vestido se reduce á unos man- tos de pieles de guanacos ó de focas, no tan bien hechos como los que llevan los indíjenas de la Patagonia. Es verdaderamente estraño que un pueblo sujeto á los rigores de un PATAGONIA. {Cuaderno 4, clima tan crudo, no hayan pensado todavía en vestidos de mas abrigo. Sus cabanas ó ^igwams tienen la forma de un pan de azúcar. Están hechas de largas ramas fijada circu- larmente en el suelo, reunidas y atadas en la parte superior con jun- cos, y cubiertas de broza; tienen dos entradas ó aberturas, la una á la parte del mar y la otra mirando a los bosques. El hogar ocupa el cen- tro de la guarida, y así lleno cons- tantemente de una espesa humarr- da que, confundida con las exhala- ciones fétidas producidas por las carnes echadas á perder , de que se compone la provisión de invierno de cada familia, hace aquellas asquero- sas moradas casi incomunicables con los estranjeros. Un arco , unas flechas con un pe- dernal aguzado y cortante , y una honda , son sus armas predilectas. Disparan el arco con una destreza maravillosa ; pero el uso que hacen de la honda es verdaderamente es- traordinario , pues dan con la pie-, dra en un blanco colocado á una larga distancia en una rama de ár- bol. Refiere King que habiendo pe- dido á un Fueguense que le ensena- se el niodo de que usaba de la hon- da, cojió el Indio una piedra del ta- maño de un huevo, y habiendo indi- cado como blanco una canoa, se vol- vió y tiró Ja piedra en dirección opuesta al tronco de un árbol ; re- chazó, pasó por encima de su cabe- za y fué á caer en la canoa. Mas pare- ce que ño empleaban sus armas sino en la caza, pues no observaba que se entregasen á las guerras de tribu á tribu , que están como destinadas á desterrar la ociosidad de las pobla- ciones del continente y de las gran-- des islas vecinas. Cuando quieren encender lumbre golpean con un pedazo demondie , teniendo por debajo, para que pren- dan las chispas, un poco de musgo ó Eelusa, mezclada con un polvo, lanquizco hecho de hojas vejeta les enteramente secas y que prende co- mo yesca. El mondie de que usan indica haber en las montañas donde lo cojen y que están principalmente situadas al nortcí , la existencia de