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HISTORIA DE LA

turas de la orílhi de la costa, como estas lo son de las producciones de los llanos de nuestros climas. Pero el frío era tan rigoroso , la nieve que- cala tan. abundante , y la nocrhe esta- ba tan cerca^ que no era posible inol- ver al navio antes de anochecer. Pre- ciso fué pues arrostrar todo peligro resinándose, como mal menos gra- ve, a esperar el día siguiente en el paraje ¿onde se báUanan, Tomada est» resolución, el doctor j su ami- go Banks , contentos en sa interior de tener algún tiempo mas parar sus observaciones, solo pensaron en aprovecharse de él. Sus dos com pa- neros, menos apasionados á la cien- cia y cuidándose por consecuencia muy poco de- herborizar bajo la nie- ve y el viento, marcharon á juntarse con lo» que habian quedado* atrás, señalando como pmito &e reunión jeneral una altura por la> cual se proponian pasar para volver al boflr que, atravesando el cenagal. Este nuevo itinerario lesparreda mas fá- cil. Todos se juntaron en efecttvmuy prcmto en ei sitio convenido con mas ánimo que antes. Er9 ya cerca del: anochecer cuando traptanÑ» de pasar el paraje pantanoso. Jí doctor Solander, que mas de una» veis habia atravesado las montseñas que sepa- ran la Suecia de la I^orueg», ssJ^ia que un sran frie^, particularmente cuando a* estorseagrega la fatiga y el cansancio*, prodnce' en los miem- bros un pasnw casi insuperable. Exhortó á sus compañeros k que no se detuviesen por masF trabajos que sufriesen : «cualquiera que se sSen*- te, les dijo, se dormirá, y el que se duerma ya ao> diispert»ré. >» Hecha esta advertencia, no» sm Iferror, echaron á asdarv pero» cuanto mas andaJnB<les pared» habefr cavama^ do^ Mienos. Aun» istí hal^ian lie-» gadot al^ cenagalv y ya* el itw era» txn penetraiiÉet|neempezai^a*á'prodtrcir la» eüMoB indicadas; EF doctor Sígk lander íxxé d primerer que cedió al siiefto^ del cxxm s» hablv esftrnraNf o en pnecaverá kis demás. Pfi ime^o» ni persuasiones^, nod^^ pudt^ impedir que se tendiese en k i?fieve, y su amigD:tuvo que* usen* de ía vioW»nda para mantenerle .medio dispierlo» Richemond, uno de los negros de Mr. Banks, empezó también á que- darse aterido^ y su amo manifes- tantk^ admirable áerenidad y valor en aquella situación cfue amenazaba ser de instante en ifistante mas ter- rible, inmediatamente hizo que se adelantasen cinco personas, una cíe días Mr. Buchan, para que prepa- rasen fuego en d primer paraje coa- veniente ; y quedándose él con otros cuatro al lado de Richemond y dd doctor, les hizo marchar de grado é de fuerza. Tocaban ya los dos enfer- mos al término de su penosa mar* cha, cuando declararon espoota* neamenteque vtor jiodian pasar de allí. Todor cnanto* llrzo Mr. B^e^fué en vana, pues en vez de atemorizar á RichemMd , respondía este : «cNo deseo mas que detenerme un poca y morir.» Et doctor no renundaba tan formalmente á k vida, diciendo que consentía en andar, pero que a&- tes quería dormir un momento ; ni uno ni (rtro q[uerian dar un paso^ de manera <pe a pesar del alecto que Mr. BanLs tenia á Solaxtdier y lo apreciable aue le fuese fer conserra»- Clon de Ricnemond , conodé que el obstinarse mas era comprometer intítilmente la existencia dé los cuai- tro que quedaban: reunió á tod» priesa aljgima broza y les dejó ten- derse en ella y entregarse á na sue- ño que podia ser eterno. En el mismo instante algunos de los que habia mandado adelantarse llegaron cgh la buen» noticia de que esteba encendida» el fuego 4 un ciiar^ to de t^guna de allí^ Al noficiark) al doctor se aaimd y consintió en ha- cerse' Itevarccwno á rastra Mcialaí, Inmin-eque le enseñaban á lo lejos^; mas ew cuantotal pobre Richemond fueron' inütiles tddos los c^iEierzos, y Mr. Banks dbjó para que le cuidan sen á otn» negroyun» marinero que aun se mniftenian ñvmes, prome*- tiéncboles qne volverían^ díE>8 de su» compaáieros luego qtie se hubiesen calditado» y con su» ayud» llevarían alpc^re enfermo ú aun estaba vi- vo. Cumplió su palabra ; pero los dos eAviados^ esttaviéndíose ciertír- ment», volvieron* al cabo de dos ho- ras diciendo que no habian podido