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HISTORIA DE LA

comercial. No encontrando ya los Indios ganados en San José , adopta- ron el medio de robarlos en las ha- ciendas de los países limítrofes; y fueron en breve tan espertos en aquellos latrocinios , que no sabien- do que hacer de las reses que caian en sus manos, iban á venderlas á Chile y á otras partes mas lianas. Asegurase que ascendió á mas de 40 mil el numero de las reses vacunas vendidas por los indíjenas á los colo- nos del Carmen en los tres años del gobierno del comandante Oyuela. Con esto puede uno formarse una idea de lo mucho que se estendió en aquella época el comercio de cue- ros y de carne salada. Comerciantes de Buenos-Aires hicieron inmenso caudal en poco tiempo entre los Pa- tagones, á costa de sus propios com- patriotas, cuyos rebaños pasaban sucesivamente á manos de los salva- jes, y alas de los mas descarados compradores. El gobierno de la re- pübfíca hubiera podido reprimir tan insolente usura ó latrocinio , en vez de dar lugar á vituperarle por su indiferencia sobre un estado de cosas tan contrario á todo principio de justicia y moralidad. No fueron las relaciones mercan- tiles de los colonos cotí los natura- les la única causa de la importancia 3ue estos adquirieron en la época e que hablamos. Un acontecimien- to imprevisto y muy grave vino á recordará los colonos los peligros de su posición en medio de las tri- bus bárbaras , cuya timidez y des- unión hablan producido|hasta enton- ces su debilidad. Durante la guerra de la independencia que ensangren- tó las llanuras de Buenos-Aires , un oficial del partido español , llamado Pincheira , se deserto y pasó á los Indios con la mayor parte de sussol- dados. Adoptó la vida de homicidio y saquep que ejercían entonces los Araucanos, y haciéndose cabeza de una banda terrible , entre la cual se encontraban cerca de trescientos hombres armados á la europea y disciplinados, talólas fronteras de las repúblicas de Buenos-Aires y de Chile. No tardaron las demás tribus de indíjenas en redutar numerosos desertores ; este contajio »• jprofiago entre los Gauchos, y aun, segnn cuentan , algunos arrendadores , que preferían el gusto del robo á ma- no armada, á los < tranquilos goces de la vida doméstica. Por último la audacia de los bandidos se acrecen- tó á tal punto que nadie estuvo ya seguro en la estancia mejor guarda- da, ni en los asilos que se distinguen en aquel pais con el nombre de ca- sas fuertes. Estos desórdenes han continuado desde aquella época menos san- grientos , y por consecuencia menos temibles , pero siempre tan funestos á los intereses y á la tranquilidad de los habitantes. Los colonos de los es- tablecimientos españoles están en continua alerta,temiendoácada ins- tante las agresiones de los dignos compañeros de Pincheira. La guerra que estalló en 1826 en- tre el Brasil y Buenos Aires, tuvo una singular influencia en el Car- men. Habiendo bloqueado la escua- dra brasileña el Rio de la Plata, los corsarios de la república arjentina > mal protejidos por los fuertes de la Ensenada y de Tuyú , conduelan al Rio-N|egro las numerosas presas he- chas á la marina del BrasiJ. El suelo del Carmen fué entonces pisado por jentes de todas naciones, que carga- das de botin y poco escrupulosas en puntos de moral , introdujeron en la pacífica colonia, convertida para ellos en una tierra neutral , el gusto á los artículos de lujo j de las cos- tumbres licenciosas. Bien es verdad que lo que el Carmen perdió con respecto á las costumbix^s lo ganó de parte del bienestar y del progreso material. El concurso de los estran- jeros, la presencia de los oficiales de corsarios, que gastaban locamente el fruto de sus t*apiñas , produjeron un movimiento mercantil estraordi- nario, v aumentaron considerable** mente la riqueza de los habitantes. No era ya la modesta población adonde los Indios conduelan sus ga- nados por el precio mas módico: los Patagones se liabian vuelto un centro importante y el punto de reunión de toaos los individuos. Europeos y Americanos , enti^ los cuales nabian