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FILIPINAS

recido inicuamente y cuántas cruces no se plantaron en aquella colina! La muerte del Justo santificó su obra é hizo su doctrina incontrovertible. Un barranco en la batalla de Waterlóo sepultó todas las glorias de dos décadas luminosas, todo el mundo napoleónico, y libertó á la Europa. ¿De qué accidentes fortuitos dependerán los destinos de Filipinas?

Sin embargo, no es bueno fiarse en lo eventual; hay una lógica imperceptible é incomprensible á veces en las obras de la Historia. Bueno es que tanto los pueblos como los gobiernos se ajusten á ella.

Y por eso nosotros repetimos y repetiremos siempre, mientras sea tiempo, que vale más adelantarse á los deseos de un pueblo, que ceder: lo primero capta simpatías y amor; lo segundo, desprecio é ira. Puesto que es necesario dar á seis millones de filipinos sus derechos para que sean de hecho españoles, que se los dé el Gobierno libre y espontáneamente, sin reservas injuriosas, sin suspicacias irritantes. No nos cansaremos de repetirlo mientras nos quede un destello de esperanza: preferimos esta desagradable tarea á tener un día que decir á la Madre Patria: «España, hemos empleado nuestra juventud á servir tus intereses en los intereses de nuestro país; nos hemos dirigido á ti, hemos gastado toda la luz de nuestras inteligencias, todo el ardor y el entusiasmo de nuestro corazón para trabajar por el bien de lo que era

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