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Estudios literarios.

y es, sin duda, la obra más notable que se ha concebido jamás en este género, siendo tan superior á la Pastora fiel, como ésta lo es á la Aminta, y que ésta á su vez al Pastor Fido. Felizmente Milton no tuvo entonces ningun Euripides que lo extraviase. Comprendia y amaba la literatura moderna de Italia; pero no experimentaba por ella el respeto que le inspiraban los restos de la poesía ateniense y romana, consagrados por tantos recuerdos ilustres. Las faltas de sus predecesores italianos eran, por otra parte, de tal naturaleza, que excitaban en su ánimo antipatias mortales; porque si bien Milton podia descender hasta el estilo más sencillo, tenía horror del oropel: su musa vestía sin repugnancia ja eslameña; pero apartaba lejos de sí las rebuscadas elegancias de Guarini: que los adornos de la musa del Milton son de oro puro finísimo, y así deslumbran la vista con su brillo como resisten siempre á la prueba.

Milton aplicó en el Comus la distincion que desdeñó despues en el Samson. Su mascarada es esencialmente lfrica, y dramática sólo en la apariencia; y a pesar de no haber intentado siquiera la lucha contra los defectos inherentes á la naturaleza de este género de composiciones, triunfó siempre allí donde era posible. Es necesario leer los discursos como majestuosos soliloquios para descubrir en ellos su elocuencia, su alteza y su armonía, sin atender á las interrupciones del diálogo, que contrarían en cierto modo y destruyen la ilusion. Los pasajes más bellos son los en que la forma y el fondo son líricos. «Prestaria yo de buen grado mucha atencion a la parte trágica,» escribia á Milton sir Enrique Wotton, «si la parte lírica no me sedujera tanto con la forma dórica de vuestras odas y