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Milton.

rior à sus fuerzas y tal vez superior á la fuerza humana: en vez de corregir lo malo, destruyó lo bueno, y puso en boca de sus personajes malos sermones, en vez de odas hermosas y grandilocuentes.

Sabido es que Milton era grande admirador de Euripides, más de lo que á nuestro entender mererecia el dramático griego; admiracion que, justa d no, ejerció su nociva influencia sobre el Samson Agonistes. Si Milton hubiera tomado á Esquilo por modelo, se hubiese abandonado al lirismo y prodigado los tesoros de su espíritu on su obra, sin pensar una sola vez en las conveniencias dramáticas que la naturaleza de la obra hacía imposibles de observar, y fracasó donde y como cualquiera otro hubiera fracasado; esto es, en sus esfuerzos para conciliar cosas opuestas é irreconciliables. Ni es posible que nos identifiquemos con los personajes como en una buena obra dramática, ni tampoco que nos identifiquemos con el poeta como en una buena oda; que los elementos opuestos que hay en ella se neutralizan mutuamente como un ácido y un álcali cuando se les mezcla. No quiere decir esto, ciertamente, que seamos insensibles al mérito do una produccion literaria que ha logrado alcanzar tan alto renombre como el Samson por la dignidad severa de su estilo, la solemnidad graciosa y conmovedora del prólogo, y la melodía salvaje y bárbara que imprime à los efectos del coro inflexiones lan extraordinarias; quiere decir sólo que, á nuestro parecer, es el esfuerzo ménos feliz del ingenio de Milton.

El Comus ha sido trazado sobre el modelo de las mascaradas italianas, del propio modo que el Samson lo está sobre el plan de las tragedias griegas,