Página:Estudios literarios por Lord Macaulay - Biblioteca Clásica XI (1879).pdf/55

Esta página no ha sido corregida
11
Milton.

palabras no parece que expresan más que otras palabras semejantes al oirlas; mas luego al punto nos ballamos ya bajo la influencia de su magia, y áun resuenan en nuestros oidos cuando ya lo pasado se trasforma en presente, y lo que se hallaba léjos de nosotros aparece á nuestro lado. Nuevas formas de belleza se nos revelan instantáneamente, como si todos los sepulcros de la memoria se abricsen y nos restituyeran sus muertos con la vida y la hermosura del mejor período de su existencia. Tanto es asi, que si tocamos la estructura de la frase, si sustituimos un sinónimo por otro, el efecto se destruye, el encanto pierde su eficacia y deja de ser, y aquel que esperase utilizarla en su provecho, se veria en el mismo caso que Cassim, el de las Mil y una noches, cuando decia: trigo, ábrete; cebada, abreté, à la puerta que sólo cedia á las palabras: sésamo, ábrete. El ridículo desastre de Dryden cuando á costa de grandes esfuerzos intentó traducir en su lengua algunos trozos del Paraíso perdido, dan testimonio de esta verdad.

Deberemos observar en apoyo de lo que decimos, que hay pocos pasajes en las poesías de Milton que sean más generalmente conocidos y citados que aquellos que no son otra cosa que largas listas de nombres, los cuales no son más armoniosos ni se hallan mejor adaptados que otros cualesquiera; pero son nombres de mágico efecto, y cada uno de ellos es el primer anillo de una prolongada cadena de ideas estrechamente ligadas entre sí, y que producen en nuestro ánimo el efecto que el recuerdo de la casa de nuestros padres que habitamos en la infancia nos eausa en la edad madura, ó el canto de la patria cuando le oimos en el extranjero, esto es, un efecto independiente de su valor intrínseco. Un