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Milton.

mentales, deduce el de las artes de imitacion, sin advertir que las primeras adelantan lenta y gradualmente, y que son menester siglos para clasificar y organizar los materiales que se acopian en el trascurso de otros siglos. Porque si se funda un sistema, siempre queda algo que añadir, quitar ó reformar en él, y de esta suerte cada generacion hereda y disfruta del tesoro inmenso que le ha legado la anterior, para trasmitirlo despues á la siguiente, acrecentado de nuevas conquistas. Por tal manera, los primeros pensadores se hallan en situacion muy desventajosa, y son dignos de loa, áun cuando fracasen sus esfuerzos; y sus discípulos, áun con facultades intelectuales infinitamente inferiores, pueden aventajarles en ciencia positiva, no siendo extraño que una joven que haya leido los lacónicos diálogos de Mistress Marcet sobre la economía política, pudiera dar lecciones de hacienda á Montague 6 á Walpole, y que cualquier hombre, dotado de inteligencia, logre en nuestros dias, despues de haber estudiado las matemáticas, saberlas mejor que Newton al cabo de cincuenta años de trabajo y de meditaciones.

No acontece así con la música, la escultura, la pintura, y, sobre todo, con la poesía; porque los progresos de la civilizacion no suministran al arte sino muy rara vez asuntos más dignos de ser imitados. Cierto es que puede perfeccionar los instrumentos necesarios á las operaciones mecánicas del pintor, del escultor y del músico; pero la lengua, que es la máquina del poeta, conviene principalmente á su objeto cuando es aún tosca y ruda. Las naciones, como los individuos, comienzan por percibir, despues se elevan á la abstraccion, y de esta suerte, de las imágenes particulares pasan á los tér-