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La Grecia.

ventud, y sin embargo, Mr. Mitford la consigna y la comenta sin vacilar? Los jueces, se dirá lambien, ó á lo menos algunos de ellos, demostraron con sus clamores que no daban crédito á lo dicho de Esquines por Demóstenes; y los jueces, volveremos á preguntar nosotros, que fallaron el litigio entre Demóstenes y sus tutores, ¿no probaron de una manera más evidente que tenía razon el demandante?

Lo que hay en el fondo de lodo esto es que como Demóstenes era demagogo, debe calumniársele, y que como Esquines fué aristócrata, debe ser alabado y enaltecido. Así no se escribe la historia, sino el libelo..

Bastan los pasajes apuntados para dar á nuestros lectores una idea de la extremada parcialidad y negligencia de Mr. Mitford. Hemos dicho parcialidad, y así es por cierto, pues siempre que hace mencion de Demóstenes viola todas las reglas de la justicia y áun de la moral, no aquilata las autoridades que consulta, ni da muestras de criterio en tales ocasiones, sino que olvida los hechos más probados de la historia de aquel tiempo y los principios más generalmente reconocidos de la naturaleza humana, como cuando dice, por ejemplo, que la oposicion del grande orador á la política de Filipo no era más ni ménos que premeditada perversidad. Conformes nos hallamos casi con Mr. Milford en órden al carácter y tendencias de aquel principe ilustre; mas no por eso hemos de decir que bemóstenes fuera hombre destituido de principios y de sinceridad. ¿No vemos constantemente á personas dotadas de grandísimo talento, y penetradas de las intenciones y propósitos más puros y nobles y patrióticos, extraviarse con las preocupaciones de nacionalidad ó de partido? ¿No contrajeron el hábito, hace cuarenta