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La Grecia.

guerra rigorosamente en un tiempo en que aun no babian sufrido aquellas modificaciones que despues ejercieron su benéfico influjo en los tiempos modernos; y por tanto, así puede alcanzar este cargo á los de Atenas, como á los de Esparta, como á todos los demas Estados de la Grecia, como á cuantos se hallaran en idénticas circunstancias. Cuando las sociedades se componen de un número considerable de individuos, los mayores males y daños de la guerra sólo se descargan sobre los ménos, y ni el labrador interrumpe sus faenas, ni la rueca cesa en su movimiento, ni la boda se pospone, ya se ganer ó se pierdan las batallas; mas en los Estados pequeños no puede acontecer así, en razon á que todos sus individuos padecen del estrago directamente: son soldados que defienden sus más caros intereses, que ven talada su hacienda, incendiadas sus mieses, derribada su habitacion y muertos ó heridos sus deudos y sus parientes más cercanos. Dar das estas condiciones, ¿cómo es posible que sienta lo mismo contra los enemigos de su patria que s todas las consecuencias de la guerra hubieran sido para él un aumento mayor ó menor en los tributos?

En ese caso, los hombres no pueden ser generosos, y si sólo cuando la guerra reviste otro carácter, cuando es, por decirlo así, una partida de ajedrez, cuando aquello que se disputa es una lejana coloniauna frontera antigua, un ultraje al pabellon, una ofensa hecha al embajador; que en Lales ocasiones bay espacio para los discursos elocuentes y filantrópicos y caben las concesiones en favor del enemigo.

El príncipe Negro servia á la mesa á sus prisioneros; Villara departia jovialmente con el príncipe Eugenio, y Jorge II en lo más crudo de la guerra felicitaba á Luis XV por fracaso de Damiens; todo lo cual